Invierno, que bonito y que difícil.
Supongo que todx nudista sufre y disfruta el invierno como yo. Nos convertimos en despelotadxs indoor, en carne de sillón junto al radiador o frente a la chimenea lxs más afortunadxs. El fuego es el calorcito más parecido al del Sol que conozco e invita a disfrutarlo a piel desnuda.
Es época de recordar las tardes de verano compartidas en la orilla y planear con ganas las que vendrán, como brotes latentes en una rama, pero se hace tan largo aquí en el norte…
¡Fuera cortinas, que entre! No hay como el invierno para darme cuenta de mi adoración al Sol, cuando cada rayo en la piel desnuda es una sutil caricia y no la bofetada de Agosto. Y doy vuelta a todo el salón para orientar el sofá a ese charco de luz que me carga la batería. Salgo corriendo tras la posibilidad de quitarme un rato las mil capas de ropa en un mediodía a sotavento.
Invierno trae sus sueños: un jacuzzi rodeado de nieve a la luz de la luna que vaya derritiendo el hielo de unos gintonics entre charlas y risas, por ejemplo. O una escapada a algún paraíso tropical.
Cada amanecer araña unos minutos a la noche, batalla diaria. Mientras se debaten seguiré recreándome con las sombras de las llamas en la piel, templando el ánimo. Y cultivando el calor de los abrazos sinceros que tenemos oportunidad de repartir estos días.
¡Qué duro es el invierno para los nudistas!
Nudistas de pensamientos, nudistas de sentimiento, nudistas abrigados soñando con que llegue el momento de poder quitarnos toda la ropa.
Muy buena entrada.
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